EL OBJETIVO DE ESTA PÁGINA

Recuperar los Sermones de San Bernardo de Claraval para facilitar su conocimiento y divulgación. Acompañar cada sermón con una fotografía, que lo amenice, y un resumen que haga más fácil la lectura. Intentar que, al final de esta aventura intelectual, tengamos un sermón para cada día del año. Un total de 365 sermones. Evidentemente, cualquier comentario será bienvenido y publicado, salvo que su contenido sea ofensivo o esté fuera del tema.

lunes, 17 de febrero de 2014

CUARESMA: SERMO QUARTUS


Sobre el verso cuarto: "Te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas te refugiarás"
Capítulo 1
Al que con humildad reconoce los beneficios y los agradece devotamente, no sin razón se le prometen mayores gracias aún, pues con toda justicia se le pondrá al frente de mucho al que es fiel en lo poco. Y, por el contrario, el que es ingrato a los favores recibidos, se hace indigno de seguir recibiéndolos. Por eso, el Espíritu responde a esa devota acción de gracias diciendo y cumpliendo lo que promete: Te cubrirá con sus alas. Y en estas alas podemos conjeturar una doble promesa del Señor: para esta vida presente y también para la futura. Efectivamente, si sólo nos prometiera el reino, pero nos faltase el viático para la peregrinación, los hombres se quejarían seriamente y le replicarían diciéndole: Sí, nos has hecho una gran promesa, pero no nos has dado posibilidades de conseguirla. Precisamente por eso nos prometió la vida eterna después de la temporal, y al   mismo tiempo, que ya en esta vida nos daría cien veces más con toda su solícita piedad. Por tanto, ¿ hombre, qué excusa te queda? Y por cierto, recuerda que taparán la boca a los mentirosos.
¿Sabes cuál es la mayor tentación que puede sugerirte el enemigo? Que todavía te queda una larga vida. Pero, aunque te quedase mucho camino por andar, ¿qué te asusta? Si te dá un sólido alimento  hará que no desmayes? Claro que el ángel le presentó a Elías la comida más ordinaria que el hombre puede llevar a la boca: pan y agua. Sin embargo, sintió tal fuerza que pudo caminar durante cuarenta días sin pasar hambre ni fatiga alguna. ¿Quieres que los ángeles te sirvan esa comida? Seria extraño que no lo desearas.
Capítulo 2
Si la echas de menos y quieres que te la sirvan los ángeles; pero no con ambiciones de soberbia, sino humildemente, escucha lo que pone la Escritura en boca del Señor. Estaba tentándole el diablo para forzarle a que convirtiera las piedras en pan. Y se le opuso, diciendo: no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Vencidas las tentaciones, le dejó el  diablo, y en seguida se acercaron unos ángeles y se pusieron a servirle. Haz tú lo mismo. Si quieres que te sirvan los ángeles, huye de los consuelos humanos y resiste a las tentaciones del diablo. Si deseas recrearte en la memoria de Dios, debes rehusar toda otra consolación. Si tienes hambre, el diablo te aconsejará que corras en busca de pan. Pero tú escucharás con más fuerza la voz del Señor, que te dice: No sólo de pan vive el hombre. Muchos son los deseos que te dispersan: comer, beber, vestir, dormir. Pero ¿vas a poner todo tu afán únicamente en atender a las necesidades de los sentidos, cuando todo puedes encontrarlo en la palabra de Dios? Esa palabra es como un maná que tiene mil sabores y el más agradable aroma. Es verdadero y perfecto descanso, suave y reconfortable, plácido y santo.
Capítulo 3
Esto en cuanto a la promesa para la vida presente. Pero ¿quién es capaz de explicar la promesa para la vida futura? Los justos esperan la alegría. Una alegría tan grande que todo cuanto se pueda desear en este mundo es incomparable con ella. ¿Qué será entonces la realidad misma de lo que esperamos? Jamás oído oyó ni ojo vio un Dios fuera de ti que preparase tales cosas a los que te aman. Bajo sus alas conseguimos cuatro beneficios. A su cobijo nos escondemos, nos resguardamos de los azores y gavilanes que son los espíritus del mal; su agradable sombra nos alivia del sofocante calor del sol y por fin nos alimentamos y guarecemos. Esto  mismo  lo dice el Profeta en otro salmo: me esconderá en un rincón de su tienda el día del peligro. Es decir, mientras corren días malos y vivimos en tierra extranjera, dominada por el poder de los malvados, en la que no radica el reino de la paz ni reina en ella el Dios de la paz. Pues si reinase, ¿por qué pedir en la oración: venga a nosotros tu reino? Si algo bueno tenemos, hemos de esconderlo hasta que llegue, como el que encontró el tesoro del reino de los cielos y volvió a esconderlo. Por esa razón, nosotros nos escondemos, aún corporalmente, en los claustros y en los bosques.
Si queréis saber cuánto salimos ganando por escondemos así; os recordaría que, si cualquiera hiciese fuera la cuarta parte de lo que aquí hace, sería venerado como un santo o considerado como un ángel. Y, sin embargo, aquí, en la vida diaria, se le tacha y condena como negligente. ¿Os parece poca ganancia que no os tengan por santos hasta que lo seáis ? ¿O no teméis que quizá, por recibir aquí este premio despreciable, os nieguen la futura recompensa? Pero, además de escondernos a las miradas ajenas, es mucho más necesario esconderse, sobre todo ante sí mismo. Así lo afirma aquella sentencia del Señor: Cuando hayáis hecho todo lo que os mandan, decid: No somos más que unos hombres criados; hemos hecho todo lo que teníamos que hacer. ¡Ay de nosotros si no lo hubiéramos hecho! En esto precisamente consiste la virtud y de ello depende su máxima inmunidad: vivir con rectitud y piedad, pero poniendo la atención más en lo que todavía nos falta que en lo ya conseguido aparentemente, olvidando lo que queda atrás para lanzarte a lo que está delante. Este es aquel lugar secreto bajo las alas del Señor al que antes nos referíamos, semejante, quizá, a la sombra con que el Espíritu Santo cubrió a María para encubrir un misterio absolutamente incomprensible.
Capítulo 4
Este mismo Profeta dice también acerca de esta protección: cubres mi cabeza el día de la batalla. Igual que cuando la gallina ve llegar al gavilán: extiende sus alas para cobijar a sus polluelos bajo el asilo seguro de sus plumas. Lo mismo hace la inefable y suma piedad de nuestro Dios: como extendiéndose sobre nosotros, se dispone a dilatar su seno. Por eso dice el salmista un poco antes: tu eres mi refugio. Claramente vemos que debajo de esas alas encontramos sombra saludable y protección. Porque el sol material, de suyo, es bueno y muy necesario; pero su ardor, si no es atemperado, termina debilitando la cabeza y su resplandor deslumbra la vista. Pero no es culpa del sol, sino de nuestra debilidad. Por eso mismo se nos aconseja: no exageres tu honradez.
No porque la honradez sea mala. Es que como somos todavía débiles, hemos de asimilar los dones de la gracia para no caer en la hinchazón de la soberbia o en la indiscreción. ¿Por qué oramos y suplicamos incesantemente, y sin embargo, no podemos llegar a la abundancia de gracia que deseamos? ¿Pensáis que Dios se ha vuelto avaro o indigente, desvalido o inexorable? Imposible, de ninguna manera. Él conoce nuestra masa y los cobijará bajo sus alas. Más no por eso podemos dejar de orar. Aunque no nos colma hasta la saciedad, sí nos da lo suficiente para sustentarnos. Procura no quemarnos con su excesivo ardor, pero nos abriga como una madre con su calor. Este es el  cuarto beneficio que, según dijimos, nos brinda el Señor bajo sus alas: como a polluelos, nos mantiene con el calor de su cuerpo para que no perezcamos si salimos a la intemperie. Porque se enfriaría nuestro amor; ese amor que inunda nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado. Bajo esas alas esperarás seguro, porque, al experimentar los dones que recibes, se reafirma la esperanza de los futuros. Amén.
RESUMEN
El Señor nos hace una doble promesa: la vida eterna y conseguir ya en esta vida cien veces más bienes espirituales. Más alimento que el sustento de los sentidos es la palabra de Dios. Bajo sus alas protectoras obtendremos cuatro beneficios. En primer lugar nos escondemos de los azores y gavilanes que son los espíritus del mal.  En segundo lugar su agradable sombra nos alivia del sofocante calor del sol. En tercero y cuarto lugar  nos alimentamos y guarecemos. Es bueno que no nos tengan por santos y que, refugiados en los conventos, nos protejamos de los demás y de nosotros mismos. Siempre debemos buscar mayores logros espirituales, huyendo de la soberbia y la indiscreción.

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