EL OBJETIVO DE ESTA PÁGINA

Recuperar los Sermones de San Bernardo de Claraval para facilitar su conocimiento y divulgación. Acompañar cada sermón con una fotografía, que lo amenice, y un resumen que haga más fácil la lectura. Intentar que, al final de esta aventura intelectual, tengamos un sermón para cada día del año. Un total de 365 sermones. Evidentemente, cualquier comentario será bienvenido y publicado, salvo que su contenido sea ofensivo o esté fuera del tema.

lunes, 17 de marzo de 2014

CUARESMA: SERMO DECIMUS TERTIUS



Sobre el verso decimotercero: "Caminarás sobre áspides y basiliscos, pisotearás leones y dragones".

Capítulo 1
Podemos relacionar el versículo que tenemos entre manos: te llevarán en sus palmas, con los consuelos presentes y con los futuros. Los ángeles santos nos guardan en nuestros caminos, pero nos llevan en sus palmas por un camino perecedero: el de nuestra vida temporal. No carecemos de testigos que nos lo dicen fielmente. No hace mucho que escuchasteis en la lectura de nuestro santo padre Benito, el todo bendito, que, cuando fijaba su mirada en el brillo de una luz deslumbradora, vio cómo el alma de Germán, obispo de Mantua, era llevada al cielo por los ángeles en un globo de fuego. Mas ¿qué necesidad tenemos de estos testimonios? La Verdad misma nos refiere en el evangelio que el mendigo y llagado Lázaro fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán. Porque tampoco podríamos caminar por aquella región tan nueva para nosotros por sernos desconocida; especialmente por la enorme piedra del camino. ¿Qué piedra? El que antiguamente era adorado en las piedras, el que le mostró unas piedras al Señor, diciéndole: Manda que estas piedras se conviertan en.pan. Y tu pie es tu afecto, el pie del alma, que llevan los ángeles en sus palmas para que no tropiece en la piedra. ¿No iba a turbarse el alma si saliera ella sola de esta vida, si se adentrase sin un auxilio por aquellos caminos, si anduviese con sus pies entre esas piedras?
Capítulo 2
Cualquiera sabe si no tendrán distribuidos contra ellos las operaciones del mal, como ministerios de la iniquidad; y por sus diversos oficios, o más bien maleficios, llevan nombres distintos. Por eso, quizá, a uno se le llama áspid; el otro, basilisco; al otro, león, y al otro, dragón. Porque hacen el mal cada uno con su invisible peculiaridad: uno mordiendo, otro amenazando, otro rugiendo o golpeando y otro resollando. Sé de una ralea de demonios que no puede echarse más que a fuerza de oración Y ayuno, porque nada consiguió la palabra increpatoria de los apóstoles. Ese áspid, ¿Cómo no va a ver aquel áspid sordo del salmo, que cierra el oído para no oír la voz del encantador? ¿Deseas que no te espante tan horroroso monstruo? Quieres caminar seguro, después de la muerte, sobre ese áspid? Guárdate de ir ahora tras él, guárdate de imitarle, y no tendrás por qué temerle en el futuro.
Capítulo 3
Realmente hay un vicio que, a mi parecer, es dominado por semejante espíritu. ¿Queréis saber cuál es? El rodeo del que en el sermón de ayer os exhortaba a que os guardaseis; se trata de la obstinación, en contra de la cual os hablé anteriormente. No me arrepiento de preveniros contra tan grave calamidad siempre que tenga ocasión, para que huyáis de ella por todos los medios. Porque éste es el mayor estrago de la religión. Y, conforme lo atestigua el Legislador, veneno mortal de basiliscos. Se dice que el áspid pega un oído a la tierra con mucha fuerza y tapa el otro metiéndolo en la cola para cerrarlo por completo y no oír nada. ¿Qué puede conseguir así la voz del encantador y el sermón del que predica? Por eso oraré y humillaré mi alma con el ayuno, me bautizaré como en caudalosa corriente de lágrimas por el que ha muerto, en favor de quien ya no sirve para nada cualquier resorte del encantador humano ni cualquiera otra amonestación.
Sepa, sin embargo, ese espíritu pertinaz que no pone su cabeza en el cielo, sino en la tierra. Porque el conocimiento que procede de lo alto, ante todo, es límpido y apacible. Pero este otro, que yo diría propio de áspides, sólo puede ser terreno. No quedaría tan sordo si no tapase el otro oído con la cola. ¿Qué es esta cola? El objeto de la intención humana. Es una sordera desesperanzada, porque se pega a su propia voluntad como clavándose en la tierra. Y además tuerce la cola, tramando algún objetivo y clavando en su ánimo lo que pretende. Por favor, hermanos, por favor, no cerréis vuestros oídos, no endurezcáis jamás vuestros corazones. La boca del hombre obstinado se expresa tan mordaz y amarga porque ya no puede penetrar en él la benevolencia del que le amonesta. Por eso lleva siempre en el aguijón de su lengua el veneno del áspid, porque ha cerrado adrede el oído para no oír al encantador.
Capítulo 4
El basilisco, según dicen, lleva el veneno en el ojo; es un animal feroz y el más execrable. ¿Deseas averiguar el ojo envenenado, maléfico y malvado? Piensa en la envidia. ¿Quién envidia sino el que mira mal? Si el enemigo no fuera un basilisco, nunca habría entrado la muerte en el mundo por su envidia.¡Desgraciado el hombre que no se entera de esa envidia! Superemos, pues, este vicio, si deseamos no tener después de la muerte al servidor de tan enorme iniquidad. Que nadie mire el bien ajeno con ojos envidiosos, porque esto mismo supone la inoculación del veneno y la muerte. La Verdad misma declara homicida a quien odie a otro hombre. ¿Y qué puede decirse del que odia el bien ajeno? ¿No habrá que llamarle homicida? Aun en vida, ya es reo de muerte. Todavía sigue ardiendo el fuego que el Señor Jesús trajo a la tierra, y el envidioso, por haber sofocado el espíritu, ya está condenado.
Capítulo 5
¡Ay de nosotros frente al dragón! Es una bestia cruel, extermina cuanto alcanza su resuello incendiario, ya sean los animales de la tierra o las aves del cielo. Y yo creo que no es otro sino el espíritu de la ira.¡A cuántos, cuya vida parecía sublime hemos tenido que llorar por haber caído torpemente debajo de su boca, abrasándose miserablemente con el resuello de este dragón! ¡Cuánto mejor hubiese sido airarse contra sí mismos, y así no habrían pecado!
La ira es una pasión natural del hombre; pero, si se abusa de este don, se convierte en grave ruina y exterminio. Orientémosla, hermanos, hacia el bien, no sea que se lance al mal o a lo inútil. Así suele suceder que el amor elimina al amor y el temor se diluye con otro temor. Dice el Señor: No temáis a los gue matan el cuerpo y después no pueden hacer más. Y añade: Os voy a indicar a quién debéis de temer: temed al que tiene poder para matar y después echar en al fuego. Sí, a ése temedle. Como si dijera claramente: Temedle a ése, y así no temeréis a los otros. Que os llene el espíritu del temor del Señor, y no habrá sitio en vosotros para otros temores. Y os lo aseguro: no yo, sino la misma Verdad; no yo, sino el Señor. No os enojéis con los que os roban lo caduco, os insultan y hasta os atormentan pero no pueden haceros nada más. Yo os diré con quién debéis airaros. Irritaos contra quien sólo puede dañaros consiguiendo que ninguna cosa os sirva para nada.
¿Queréis saber de qué se trata? De vuestro propio pecado. Sí, arded de ira contra él. Porque no lo dañará adversidad alguna a quien no le domine pecado alguno. Quien se enoje de lleno contra el pecado, no se alterara por nada, pues todo lo asume. Yo, estoy resignado ante el castigo. Ya sea que me confisquen todo, que me insulten o maltraten mi cuerpo, estoy resuelto, y nada me arredrará, porque mi dolor no se aleja de mí. ¿Cómo no menospreciaré las contradicciones externas, si las comparo con esta aflicción? Un hijo mío, salido de mis entrañas, intenta matarme. ¿Cómo puede enojarme que me maldiga este siervo vil? Siento palpitar mi corazón y me faltan las fuerzas y hasta la luz de los ojos. ¿He de llorar los perjuicios materiales y tener en cuenta las molestias de mi cuerpo?


Capítulo 6
De aquí nace no sólo la mansedumbre; invulnerable al resoplido del dragón, sino también esa entereza de ánimo que no se aterra por el rugido del león. Vuestro adversario ruge como un león, dice Pedro. Gracias a aquel gran León de la tribu de Judá, puede rugir, pero no herir. Ruja cuanto quiera; no tiene por que huir la oveja de Cristo.¡Qué manera de amenazar, de exagerar, de provocar! No seamos como animales a quienes hace temblar su vano rugido.
Afirman los entendidos que, ante el rugido del león, ningún animal se mantiene en pie, ni siquiera los que se enfrentan con todo furor a sus zarpazos; y, aunque a veces lo vencen en la pelea, no resisten a sus rugidos. Realmente es bestia e insensato el pusilánime que retrocede por un simple temor, que se siente vencido sólo por la inminencia de la próxima lucha; y que cae antes de la pelea no por las armas, sino por el tronar de las trompetas. Aun no habéis resistido hasta la sangre, dice ese valiente guerrero que conocía muy bien la vaciedad de su rugido. Y en otro lugar se añade: Resistidle al diablo, y os huirá.
RESUMEN
El demonio tiene un oído pegado a la tierra y otro cerrado para no oír. Se basa en la obstinación y en la envidia. Debemos temer la ira del dragón. La ira mal encaminada puede convertirse en ruina y exterminio. Debemos enojarnos contra el pecado y el castigo consecuencia del mismo. No debemos preocuparnos ante los rugidos del maligno. Debemos resistir al diablo y no dejarnos vencer por el temor al mismo.

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